Para el cristiano, el trabajo y la actividad,
deben ocupar una parte considerable de su tiempo, para abrirse paso y para
tener lo necesario, una condición digna de hijos de Dios, pero alejados de toda
preocupación, como el monje, pues estamos en las manos de Dios. Dicho de otra
forma el creyente tiene que trabajar con todas sus fuerzas y todo su ingenio
como si Dios y su providencia no existieran, pero a la vez, el cristiano tiene
que confiar en su Padre Dios y en su cuidado como si todo dependiera totalmente
de él.