La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, sino lineal: es un camino que va hacia una realización. Un año que pasó, por lo tanto, no nos conduce a una realidad que termina sino a una realidad que se cumple, es un ulterior paso hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y una meta de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra Leticia, alegría.
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