martes, 27 de diciembre de 2011

Artículos de apologética: El nombre de cristiano


¿CRISTIANOS?

Hoy escuchamos hablar mucho de los ‘cristianos’ en los medios de comunicación y en las conversaciones cotidianas. Hasta se oye decir erróneamente a los católicos: “Yo no soy cristiano, sino católico” o “Tengo un amigo que es cristiano”. El término en nuestros días no es ya un término que hable de un grupo en específico debido a que muchos grupos religiosos aún con creencias opuestas dicen ser ‘cristianos’.

A los cristianos, que lo son sólo nombre, que viven lo que este nombre significa se dirige el poeta dramaturgo con esta estrofa: ¡Oh tristes ciegos mundanos, ved cuánta es vuestra maldad! Tenéis nombre de cristianos, y las obras de paganos, y peores en verdad (Hurtado de Toledo). Lo cual no es más que la versión de unas palabras del Apocalipsis: “Tienes el nombre de vivo, y estás muerto” (Apocalipsis 3,1)

Pero eso tan negativo nos interesa poco, aunque lo sintamos. Nosotros queremos mirar la realidad grande que esconde nuestro nombre de cristianos. El Catecismo de la Iglesia Católica (2158-2159), hablando del nombre recibido en el Bautismo, nos dice: “Dios llama a cada uno por su nombre. El nombre de todo hombre es sagrado. El nombre es la imagen de la persona. Exige respeto en señal de la dignidad del que lo lleva”.

Tiende después el Catecismo la mirada al más allá definitivo, y sigue: “El nombre recibido es un nombre de eternidad. En el reino de Dios, el carácter misterioso y único de cada persona marcada con el nombre de Dios brillará a plena luz”. Y lo confirma con estas palabras preciosas del Apocalipsis: “Al vencedor... le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe”.



1. EN REALIDAD, ¿QUÉ QUIERE DECIR CRISTIANO?



La sabemos todos muy bien. Cristiano es el nombre que luce el que sigue a Cristo. Más todavía: es el nombre del que es Cristo. Ser Cristo es mucho más que seguir a Cristo.

No es ningún atrevimiento eso de decir que somos Cristo. Porque Cristo nos ha unido por el Bautismo de tal manera a Sí mismo, que de Él y nosotros no ha hecho más que un solo Cristo, lo que llamamos en la Iglesia el Cristo entero, el Cristo total.

Jesús, Cabeza, y nosotros, miembros, formamos el Cuerpo Místico de Cristo, como repetimos tantas veces siguiendo la doctrina que nos expuso, de manera genial, aparte de inspirada por Dios, el apóstol San Pablo. Aparece por primera vez en la Biblia en Hechos 11, 26: “En Antioquía fue donde por primera vez se llamó a los discípulos [de Jesús] “cristianos”; y otras dos veces en Hechos 26, 28 y 1 Pedro 4, 16. Después aparece en los escritos de historiadores antiguos que se refieren con este nombre a los discípulos del Señor. Por ejemplo Tácito (Anales XV 44): “Aquél de quien procede ese nombre [de cristianos], Cristo, fue entregado al suplicio siendo emperador Tiberio por el procurador Poncio Pilato”.

‘Cristianismo’ es la doctrina y el modo de vida de los que creen en Cristo, tal y como fue predicado desde los primeros tiempos de la Iglesia. A lo largo del tiempo cuando de la iglesia única se separaban grupos con su particular interpretación de la Biblia y las enseñanzas de Jesús, se les fueron dando nombres que los relacionaban con su fundador o sus enseñanzas.

Por ejemplo, los montanistas (siglo II), por su líder Montano, los arrianos (siglo IV), por Arrio de Alejandría, los maniqueos (siglo III y IV), por Mani, los docetistas (S.I) por su enseñanza de que la carne de Jesús no era real sino aparente (‘dokesis’ quiere decir en griego ‘apariencia’).

Posteriormente los luteranos en el S. XVI, por seguir las tesis de Lutero, los calvinistas por Calvino, los presbiterianos por su forma de gobierno eclesial que se funda en un consejo de ancianos (presbíteros), los metodistas del S. XVIII, por el apodo que les pusieron gracias a su vida "metódica", los bautistas desde el S. XVI por su énfasis en el rebautismo o el bautismo sólo de los adultos. Los pentecostales de principios del S. XX, por su énfasis en la recepción del Espíritu Santo y sus dones como en Pentecostés.

Desde los luteranos hasta ahora se conoce a los grupos que han surgido de la Reforma del siglo XVI o se nutren de sus ideas genéricamente como ‘evangélicos’, que quiere decir ‘lo que tiene que ver con el evangelio’. De San Francisco de Asís se decía que era el ‘hombre evangélico’ por vivir según el evangelio.

Se dice que una persona o institución es más o menos evangélica cuanto más se inspira en el espíritu de los evangelios. De tal manera que este no es un nombre de un grupo en particular sino un adjetivo que puede ser utilizado sin temor en nuestros medios católicos. No obstante los grupos protestantes lo utilizan porque dicen que sus enseñanzas y costumbres se basan sólo en los evangelios.



¿QUIÉNES SON LOS LLAMADOS ‘CRISTIANOS’ ACTUALMENTE?

En nuestros días son principalmente dos tipos de agrupaciones las que hacen énfasis en llamarse así:

En primer lugar los grupos surgidos de los movimientos restauracionistas del S. XIX en los EE.UU., ligados a Thomas y Alexander Campbell, padre e hijo respectivamente. Su predicación fue la de una vuelta a las fuentes del cristianismo, sugiriendo que el NT debía ser la única regla del cristiano.

Thomas dijo que las iglesias establecidas de su tiempo (él era presbiteriano) no cumplían con el modelo que muestra la Biblia. Se separó de su Iglesia y formó un grupo aparte junto con Barton Stone.

El avivamiento de Cane Ridge de 1801, en los Estados Unidos, está ligado al surgimiento de los grupos restauracionistas.

Decían que querían restaurar la Iglesia primitiva y pronto se comenzaron a llamar simplemente ‘cristianos’ o ‘discípulos’ ya que rechazaron todos los credos de las iglesias, especialmente la confesión presbiteriana (La Confesión de Fe de Westminster) y no querían ser conocidos más que por el nombre con que la Biblia llama a los discípulos del Señor.

Formaron así la Iglesia Cristiana/Discípulos de Cristo, de la que se separaron posteriormente las Iglesias de Cristo y más recientemente la Iglesia Internacional de Cristo o Movimiento de Boston.

Por otro lado los carismáticos protestantes o pentecostales de ‘la tercera ola’. La raíz de estos grupos está en los neopentecostales que nacieron al final de la década de los 50´s y principios de los 60´s entre las principales denominaciones protestantes. El neopentecostalismo fue una acogida del énfasis pentecostal en la recepción del espíritu y sus dones como las lenguas, la sanación y la profecía.

Aceptaban esto pero no querían dejar de ser bautistas, presbiterianos, metodistas, luteranos, etc. Sin embargo, muchos comenzaron a rechazar sus tradiciones denominacionales o al predicar a personas que no las tenían arraigadas, se fueron formando poco a poco grupos independientes de las iglesias principales y se comenzaron a llamar simplemente ‘cristianos’.

Algunos rechazan también la denominación de ‘evangélicos’ por estar ligada a las iglesias protestantes tradicionales, sin embargo conservan la mayor parte de su cuerpo doctrinal, sólo se distinguen por el énfasis en los dones del Espíritu y, aunque difieren en algunas de sus doctrinas, todos se hacen llamar cristianos.[1]



¿DE DÓNDE VIENE EL TÉRMINO CATÓLICO?

La palabra católico viene del griego ‘katholikos’ que quiere decir universal. Jesús al dar su último mandamiento a los Doce Apóstoles les dijo: “Vayan y prediquen el evangelio a toda criatura” (Mc 16, 15). Del mandato de Jesús proviene la idea de universalidad de la Iglesia, por eso desde los primeros tiempos se comenzó a llamar ‘católica’ o ‘universal’.

Ignacio de Antioquía, discípulo de san Juan en el año 110 es el testimonio más antiguo que tenemos del uso del adjetivo ‘católica’ para referirse a la Iglesia: “Donde esté el Obispo, esté la muchedumbre así como donde está Jesucristo está la iglesia católica” (A los Esmirniotas 8: 2).

Posteriormente en tiempo de las persecuciones, cuando los oficiales romanos preguntaban a los primeros cristianos a qué iglesia pertenecían decían sin dudar ‘a la católica’. En los tres primeros siglos de la iglesia los cristianos decían ‘cristiano es mi nombre, católico mi sobrenombre’.

Así que la Iglesia desde sus comienzos se ha llamado ‘cristiana’ o ‘católica’ indistintamente. Y aunque reconoce que podemos llamar ‘cristianos’ por el bautismo[2] a otros grupos no católicos, debemos tener conciencia de que la Iglesia Católica es la única que conserva toda la doctrina entregada “de una vez a los santos” (Judas 3).

Los católicos actuales tenemos las mismas doctrinas de los primeros discípulos de Jesús y los apóstoles, es decir, creemos en lo mismo que creían esos a quienes se llamó ‘cristianos’ en el siglo I, por lo tanto, si alguna iglesia debe llevar tal nombre esa Iglesia es la católica.

Aunque en otros grupos se encuentren elementos de verdad (la Biblia, la alabanza a Dios, algunos dones del Espíritu), es sólo la Iglesia católica la que posee la plenitud de los medios de salvación que Cristo dejó (Exhortación Apostólica Postsinodal, Ecclesia in America 73).

Esta Iglesia ‘cristiana’, ‘católica’ ha sido esencialmente la misma desde siempre. Testimonio de esto son los escritos de los Padres Apostólicos (Policarpo de Esmirna, Ignacio de Antioquía, entre otros), discípulos de los apóstoles.



QUIÉN ES CRISTIANO

Para ser cristiano se tiene que estar bautizado como lo ha hecho la Iglesia desde siempre, en nombre de la Trinidad, como lo manda Jesús (Mt 28, 20). La Iglesia Católica (y en esto estamos de acuerdo con los protestantes y los ortodoxos) nos dice que quien pose este bautismo es ‘cristiano’.

Pero para ser un cristiano ‘completo’ se requiere además lo que se llama la ‘ortodoxia’ (recta creencia) y la ‘ortopraxis’ (recto actuar), o sea, creer toda la doctrina que heredamos de los primeros cristianos y que es fielmente custodiada en la Iglesia Católica y dar testimonio de una vida según el evangelio, es decir de vida ‘cristiana’.

No se puede ser cristiano y creer al mismo tiempo en la reencarnación (new age), o creer que Jesús es el arcángel Miguel y no Dios Eterno, o creer que la Trinidad son en realidad tres dioses, dos de los cuales poseen cuerpo de carne y hueso y que el universo está poblado por millones de dioses.

No se puede ser cristiano totalmente si se niega que la voluntad de Jesús es una sola Iglesia y que duraría hasta el fin del mundo (Mt 16, 18ss.), no se puede ser cristiano cabal si no se acepta que durante la Eucaristía el pan y el vino de la consagración son transformados por el poder del Espíritu Santo en cuerpo y sangre de Cristo (Jn 6; 1 Cor 11, 23-32; Ignacio de Antioquía, a los Esmirniotas, 8:1).

Pero lo más importante es que no se puede ser cristiano si se vive como si Dios no existiera. Si no doy testimonio de mi nombre de cristiano, como alguien que pertenece a Cristo y que sigue sus enseñanzas hasta la muerte, como los primeros discípulos de Jesús (consecuencia de haber aceptado su señorío en mi vida).

Sabemos que la vida cristiana no es otra cosa que hacer eco en la propia existencia de aquel dinamismo bautismal, que nos selló para siempre: morir al pecado para nacer a una vida nueva en Jesús, el Hijo de María (ver Jn 12,24). Esa es la opción del cristiano: la opción radical, coherente y comprometida, desde la propia libertad, que nos conduce al encuentro con Aquel que es Camino, Verdad y Vida (ver Jn 14,6), encuentro que nos hace auténticamente libres y nos manifiesta la plenitud de nuestra humanidad.

Por tanto, se es más o se es menos cristiano en la medida en que los seguidores de Cristo, de la denominación que sea, se identifiquen más y más con el resucitado, en la duda en que no haya contradicción entre lo que decimos que somos y lo que hacemos.  

Cómo es que los NO cristianos católicos fundamentan su predicación en el odio y en la crítica demoledora y difamadora contra la Iglesia cristiana-católica; o ejercen su predicación proselitista en cualquier espacio, sin tener en cuenta los derechos de los demás o de la Iglesia a ser respetada, al menos en su entorno. ¿Cómo puede decirse, con estas estrategias, que una religión es cristiana y que es la verdadera? No será más bien que se manifiestan como anticristos en palabras de san Juan:

1Jn 2, 18: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo”. El texto hace referencia a la manifestación, prevista para el fin de los tiempos, de un adversario decisivo de Cristo (1Jn 2:18).

1Jn 2, 19: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”. Esta cita refiere la anticipación del texto citado, como manifestación en la acción de apóstatas que reniegan del cristianismo (2Jn 1:7).

Y en relación a los que niegan el misterio de la Santísima Trinidad en 1Jn 2, 22 se dice: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Y así también podemos decir que, el que niega y ofende a la Madre, niega y ofende al Hijo.

Y por si fuera poco, en su radicalidad los “salieron de nosotros…”, quieren que todos pensemos y creamos como ellos, porque, si no, son sus enemigos. Cada quien puede creer en lo que quiera, pero tiene el deber de respetar a los demás en lo que piensan y creen, acatando las leyes de derechos y obligaciones más elementales. El radicalismo siempre irá contra el sentido común y la armónica y sana convivencia de los seres humanos entre sí. El distintivo del Anticristo es su hablar en nombre propio. El signo del Hijo es su comunión con el Padre.

Desde luego que ninguna división viene de Dios, sino del demonio, el proyecto de Dios en su Hijo Jesús es “…que todos sean uno” (Jn 17, 21). Sabemos en qué momento tan importante y tan especial pronunció Jesús esta plegaria, cuyo contenido resulta tan profundo, tan grande y tan luminoso: “Padre Santo, guarda en tu nombre a éstos que me has dado, para que sean uno como nosotros” (Jn 17, 11).

Volviendo al punto que nos ocupa, San Ignacio de Antioquía, decía poco antes de su martirio: “Lo único que para mí han de pedir es fuerza, tanto interior como exterior, a fin de que no sólo hable, sino que esté también decidido; para que no sólo, digo, me llame cristiano, sino que me muestre como tal. Porque si me muestro cristiano, tendré también derecho a llamarme así, y entonces seré de verdad fiel a Cristo, cuando no apareciere ya en el mundo” (Carta a los Romanos, III, 2).

Si alguien nos pregunta a los católicos si somos ‘cristianos’ digamos que SI, somos los cristianos completos. Es un error decir “nosotros no somos cristianos, sino católicos” al negarnos ese nombre que viene de la Biblia y que siempre nos ha pertenecido, le damos la razón a tantos grupos que se lo apropian, ellos dicen: “ya ven, los mismos católicos aceptan que no son cristianos”.

Comencemos a llamar pan al pan y vino al vino. Si nos encontramos a un hermano no católico en la calle y nos dice que es ‘cristiano’ debemos cuestionarle acerca de su grupo, si es testigo de Jehová es testigo de Jehová, si es mormón es mormón, si es pentecostal es pentecostal, si es evangélico es evangélico.

NO existen los ‘cristianos’ a secas, cada grupo que usa este nombre tiene una doctrina y unas costumbres que tal vez son diferentes a las de otro que también lo usa (Por ejemplo podemos encontrar pentecostales que crean en la Trinidad y otros que no y ambos se llamarán a sí mismos ‘cristianos’).

Tal vez Dios nos esté llamando a los católicos a recuperar el sentido del nombre de ‘cristianos’, tan desvirtuado ya que cualquier grupo lo reclama para sí. Es un nombre que nos pertenece pero que a la vez tenemos que ganarnos por el testimonio de nuestras vidas.

Por consiguiente, vivamos de acuerdo a nuestro nombre ‘cristiano’ y a nuestro apellido de ‘católico’, sabiendo que “… tenemos un único nombre, mayor que todos aquellos [de los patriarcas del AT]; Nos llamamos cristianos, hijos de Dios, amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualesquiera otras y nos hace más diligentes en la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la grandeza de este nombre" (S. Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Juan, 19, 2-3. Año 390)

Cuando el hijo de la Iglesia se llama y es cristiano, se convierte en todo aquello que de él dijo Jesús: es trigo dorado entre la cizaña; es pescado sabroso, entre peces desaprovechables; es luz que alumbra; es sal que sazona el mundo; es fermento que transforma la masa; es rama verde que da mucho fruto... Todo, por algo tan sencillo como es “ser” cristiano aquel que “se llama” cristiano.

NOTAS:

1. La Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (CONFRATERNICE), la Federación de Iglesias Cristianas Evangélicas de México (FICEMEX), la Fraternidad de Iglesias Cristianas (Pastor Hugo Álvarez), Vino Nuevo (Víctor y Chris Richards), Evangelismo a Fondo, Amistad Cristiana, Centro Cristiano Calacoaya.

En los Estados Unidos, por ejemplo, El Centro Cristiano de Orlando (Benny Hinn), Las Iglesias de la Viña (John Wimber), La Toronto Airport Christian Fellowship de John Arnott (donde se está dando la llamada bendición de Toronto). En Argentina: Carlos Annacondia, Claudio Freidzon, Omar Cabrera, muchos pentecostales y neopentecostales, etc.

2. Catecismo de la Iglesia Católica 818: “... justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor”.